Todo tiene múltiples causas y este libro no es una excepción. Esta es la lista (no exhaustiva y creciente) de mis gratitudes.
  • El primer agradecimiento es para Miguel Aguilar, que me propuso escribir un libro cuando yo acababa de bosquejarlo: tremendo sentido de la oportunidad. También tengo que agradecer el trabajo del equipo de Debate, que mejoró el libro en cada paso, en especial a Ignasi Ruiz, Lorena Castell y Elena Martínez Bavière.
  • Ramón González Férriz me guio con sus consejos desde el borrador al título. Leyó el primer manuscrito y sus comentarios fueron todos utilísimos.
  • Tengo una deuda con Miguel Hernán por leer el capítulo sobre causalidad y ayudarme a hacerlo más preciso en detalles importantes.
  • A Artur Galocha le agradezco que dejara aquí un destello de su magia.
  • Este libro no existiría sin una secuencia de azares que seguramente no tienen responsable (ver la regla 5), pero que también me hacen sentir gratitud.
  • Si me dedico a escribir es por la intervención de muchos amigos, aunque no quiero culparles de nada. Pienso en mis compañeros y compañeras de Politikon, que hicieron que pasar horas leyendo, discutiendo o tuiteando fuese divertido a la vez que fértil. También en mis primeros editores, y en especial en Eduardo Suárez y en Mar, que me empujaron más allá de donde llegaba mi ambición.
  • Aprendí mucho de escribir con otras personas, pero sobre todo con Jordi Pérez Colomé, que además es autor de un libro que leí antes de conocernos, Cómo escribir claro, cuyo título tomo medio prestado.
  • En El País tengo contraídas muchas deudas, sobre todo con mis compañeros del día a día, pero la principal de este libro es por mis textos durante la pandemia en 2020 y 2021, que alentaron los tres directores adjuntos entonces: Jan Ahrens, Mónica Ceberio y Borja Echevarría. Fue un privilegio escribir aquellos análisis que yo sentía importantes.
  • Mi penúltimo agradecimiento es para mis lectores, empezando por quienes leían viejos blogs.
  • A mi familia le debo el lujo de haber sido libre. Pero este libro le debe sobre todo a mi padre, que me inculcó el placer de preguntarte sobre el funcionamiento de cualquier cosa, da igual si es una nevera o un valle fluvial. A él lo define su dominio del arte de viajar. Vuelve siempre fascinado, disfrutando de una verdad que otros pasamos por alto: le maravilla lo que sea que haya visto.
Este libro es para Paula y el azar dichoso.